Con una población mundial en aumento, la seguridad alimentaria está cada vez más amenazada dando por consecuencia un desafío para que la agricultura produzca más alimentos, de manera segura y sostenible. En respuesta a esta problemática, surgen los plaguicidas, que, gracias al uso de estos (herbicidas, insecticidas y fungicidas) podemos reducir las pérdidas de cultivos antes y después de la cosecha, aumentando así el rendimiento de los cultivos. Sin embargo, los residuos de plaguicidas, resultantes del uso de productos fitosanitarios en los cultivos, pueden representar un riesgo para la salud humana; como resultado, se han implementado pautas regulatorias para el monitoreo de los residuos de plaguicidas en los alimentos.
Teniendo esta idea central hoy hablaremos un poco de los pesticidas, y en la segunda parte de esta nota continuaremos con algunos instrumentos y técnicas de análisis químico que te ayudarán a determinar si cumplen o no con los parámetros regulatorios a nivel mundial.
Los pesticidas están compuestos de una o más sustancias activas para controlar o destruir plagas y elementos indeseables en plantas y animales. De origen sintético o derivados de productos naturales, se incluyen herbicidas, fungicidas, insecticidas, acaricidas, reguladores del crecimiento y repelentes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo se utilizan más de 1000 plaguicidas para evitar que las plagas estropeen o destruyan los alimentos y las personas que corren más riesgo son las que están directamente expuestas a los plaguicidas, como los trabajadores agrícolas que aplican estos productos y las personas que se encuentran en zonas próximas en el momento en que se propagan o poco después. La población general que no se encuentra en la zona donde se utilizan los plaguicidas también está expuesta a estos productos, si bien a cantidades muy inferiores, porque pueden estar presentes de forma residual en los alimentos y el agua que ingieren.
De acuerdo con las previsiones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se estima que el 80% del aumento de la producción de alimentos necesario para hacer frente a este crecimiento demográfico en los países en desarrollo se obtendrá gracias al mayor rendimiento de los cultivos y al aumento de las cosechas anuales en el mismo suelo. Por tanto, solo el 20% del crecimiento de la producción de alimentos provendrá de la expansión de las tierras de cultivo.
Con esta información sabemos que los plaguicidas continuarán en uso constante para evitar las pérdidas importantes de las cosechas. Por lo tanto, sus efectos sobre las personas y el medio ambiente son una preocupación permanente.
Para combatir este problema surgen las prácticas agrícolas correctas que nos ayudan a producir alimentos, tanto para el consumo local como para la exportación. El órgano responsable de la evaluación de los residuos de plaguicidas en los alimentos es el Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA), un grupo internacional e independiente de expertos científicos. En las evaluaciones se tiene en cuenta todos los datos presentados para solicitar el registro de plaguicidas en todos los países, así como todos los estudios científicos publicados en revistas arbitradas. Mientras que los gobiernos y los organismos internacionales encargados de gestionar los riesgos, como la Comisión del Codex Alimentarius (un organismo internacional de normalización en la esfera de los alimentos) se basan en la ingesta diaria admisible para establecer los límites máximos de residuos de plaguicidas en los alimentos.
Ahora bien, ¿Qué debo medir?, ¿puedo exportar mis cosechas agrícolas sin temor al incumplimiento de las normas regulatorias?, ¿Cuáles son los equipos, técnicas e instrumentaciones que me ayudaran a tener una medida eficaz y confiable? Estas preguntas las responderemos en la segunda parte de esta nota.
Fuente: Analitek